Conocíamos a Dulce Beatriz, en efecto, como pintora, pero ahora, tras ver su obra escultórica, no sabemos bien, si estamos únicamente ante una pintora que también modela, o si ante una escultora que pinta. Dulce Beatriz, aboca a una pintura en que la expresión casi va a configurarlo todo, sin dejar por ello de ser la esencial colorista de siempre. Sus dibujos, acuarelas y grabados revelan una poderosa grafía y un sentido muy expresivo de la forma. En cuanto a sus esculturas, torsos y desnudos en bronce y terracota, diríamos que son la gracia misma modelada, el barro expresivizado con un ritmo al que el rigor nunca enfría.

Algunas de estas formas sensibilizadas por los dedos recuerdan, de alguna manera, el Renoir escultor, pues el concepto pictórico es el que, en definitiva, ordenan los volúmenes para que sean modelados en la luz. Hemos de volver sobre esta obra llena de expresividad y tibieza humana.

Ciudadana de un país anglo-sajón, en habitual contacto con los cenáculos literarios y artísticos de París. Dulce Beatriz conserva un alma insobornablemente española, y en su obra, tan personal, late un recuerdo de nuestra gran pintura.

Se enamora con pasión del paisaje de la Península, que recorre cada vez con más frecuencia.

De sus estancias en mi Segovia nativa, quedan lienzos en que ha sabido captar como nadie la luz diafana que rodea su ambiente de oro las torres de la que tanto ella como yo podemos llamar "Nuestra Ciudad."

La artista vuelca todo su calor y sentimiento en la figura, paisajes y bodegones, a los que sabe dar un lirismo profundo y equilibrado que jamás cae en amaneramiento. La pincelada es poderosa y quizás surja de la artista su interés por la escultura.

Pintura, en fin, grata, de gran riqueza cromática, ágil y llena de una gran expresividad.

En todas sus obras destaca la alta calidad de dibujante que posee Dulce Beatriz. La pintura emplea con cierta predilección colores muy cálidos, tales como los rojos, ocres y anaranjados con excelente efecto. La composición de los temas de figura son magníficos. La obra es muy efectiva y tiene una calidad excelente.

Así pues la Sala Celtic sigue manteniendo su afán de selección y presentando a los castelloneses otros artistas que también son de fama internacional, como Dulce Beatriz, de la que se han ocupado los medios de comunicación más destacados del mundo.

Los visitantes fueron numerosos y todos salieron gratamente impresionados de lo que acababan de admirar.

Hay palabras en el idioma inglés que calzan como un guante a ciertos artistas. Y, para describir su obra con exactitud es necesario emplearlas una y otra en las reseñas. Cuando vi por primera vez las pinturas de Dulce Beatriz, las palabras que me parecieron más idóneas fueron "juicy", "fluent", y "sweeping". En la jerga de los pintores, juicy se usa para describir el uso generoso de pigmentos con su consiguiente efecto, en oposición a árida; fluent se refiere a la fluidez y suavidad de la técnica, en oposición a una superficie rugosa; y sweeping en este contexto se refiere a una ejecución libre sin vacilaciones.

Si hiciéramos un poco de biografía artística, podríamos decir que Dulce Beatriz ha obtenido importantes premios; que sus obras se conservan en numerosas e importantes colecciones particulares y en varios museos e instituciones.

En sus exposiciones muestra una innegable madurez artística que se traduce en una pintura ágil y espontánea.

Es suya una forma de pintar fresca y trabajada, ágil en su consecución, luminosa y brillante en su colorido y de gran soltura en el dibujo de la forma. La pincelada es poderosa y firme. Su narrativa adopta aquí un lirismo profundo y equilibrado, que convierte sus cuadros en algo muy grato de ver.

Próximamente volverá a presentar una nueva exposición en Madrid, lo que nos permitirá acercarnos nuevamente a su obra.

Dulce Beatriz es una pintora consagrada a través de una ejecutoria profesional de años, de la que dan fé exposiciones en Europa y América, museos y colecciones privadas en que figuran en lugar preferente algunos de sus cuadros.

Los oleos son una constelación de paisajes urbanos, figures humanas y naturalezas muertas, en los que se aprecia ese don especial del pintor de raza, de lograr ese impacto emocional que hace al espectador sentirse raptado de la realidad en que está, para abstraerse y transportarse al pedazo del mundo que ha logrado el artista apresar y expresar en trazos y colores.

Ella gusta de trabajar con modelos vivos y es con el contacto de la imagen real que logra el máximo de su creatividad, un viejo labrador, un pastor, una gitana, un bodegón, o un evocador barrio de Segovia mirado desde distintas perspectivas.

Impenitente viajera, la geografía le ha permitido ensanchar sus conceptos artísticos por su contacto con pueblos, temperamentos y ambientes diversos. Su obra pictórica, en general, es reflejo de ese encuentro con la realidad telúrica de América y con las Viejas civilizaciones europeas y asiática. Todos sus cuadros son parte pequeña de ese mundo variado que ha devuelto su retina embellecido por la magia del color y un talento interpretativo de primer orden.

Dulce H. de Beatriz, de conocida trayectoria en las Américas y Europa se encuentra actualmente en la cumbre de su expresión artística. Su arte es sumamente original, triste y alegre, clásico y romántico, pleno de luz y de prodigiosas sombras, porque aquí las sombras no son más que otra expresión sublime de luz.

La obra de Dulce Beatriz, en bloque, es deliciosa mistura que conjunta disparidades; su dura expresividad externa oculta el medular lirismo y pese a las espontaneidades aparentes es un dechado de disciplinada meditación.

Dotada especialmente para el dibujo, lo manifiesta cuando pinta o cuando retrata a secas con el "crayon" negro o sanguina y cuando graba al agua fuerte o a la punta seca monocromamente o cromatizando con empuje viril.

Dulce Beatriz difunde una extensa luz de llamas en obras que son incendios de rojos y cadmios.

Dulce Beatriz: he aquí una pintura largamente meditada y ágilmente definida.

La dicción es enérgica, meticulosa, ricas las gamas en que verdes y amarillos derraman su esplendor. Hay en primer lugar una intención de construir lo que intrísicamente es pintura; luego tenemos el mensaje humano que la pintora proyecta en su obra, que no es el mero tema, sino su transfiguración sentimental, sea figura, paisaje o composición de diverso asunto. Una pintura de raíz luminista, cuyo lenguaje se incorpora noticias e inquietudes muy actuales.

Dulce Beatriz es una artista de primera categoría con el lápiz, tinta, conté o crayon. Ella puede dibujar como "una casa ardiendo" y todos sus trabajos son excelentes.

Dulce Beatriz crea figuras en movimiento con su pincel inmerso en colores mágicos que resplandecen con calidez y nunca son discordantes. La mano conoce el ritmo del cuerpo, también, que el resultado es una figura totalmente espontánea, tanto en reposo como en movimiento.

Sus dibujos también son excelentes y gozan de gran demanda entre los coleccionistas.

La apasionante conexión de la Sra. Beatriz con la naturaleza y la humanidad se pone de manifiesto en la elegancia, suntuosidad y fuerza de sus naturalezas muertas. En sus paisajes, las Colinas y las obras arquitéctonicas se mezclan mágicamente para dar forma a lo mejor del mundo que nos rodea; y sus obras figurativas demuestran una caracterización que va más allá de la superficie externa del personaje para revelar la profundidad de su mundo interno y de sus valores intelectuales.

El observador logra realmente intuir la esencia de la personalidad. Todas sus obras transmiten una sensación de armonía con la naturaleza particular del momento, un entendimiento de que nos encontramos frente a una artista que posee un don especial y una percepción única de todo lo que observa.

Ella es una muestra de la máxima expresión del arte español en la actualidad; ningún lienzo inmenso negro sobre negro para ella. Pareciera que escasamente usa la paleta, por la manera limpia y fresca en que sus colores yacen sobre el lienzo.

En opinión de este autor, las obras de Dulce a menudo llegan a la cúspide y se puede decir que ocupa un lugar entre "las grandes" de otros tiempos.

Dulce Beatriz es una impresionista impresionante.

Dulce Beatriz, devuelve a la pintura una serie de valores lumínicos que había perdido. No se trata de remedar los prestigios del sol desde una materia inane, sino de arrancar la luz del color intrínsico, fenómeno este que la emancipa de cualquier impresionismo para adscribirla más apropiadamente a lo "fauve", pues fovista es decididamente, esta exaltación intrínsica de los colores, hasta tal punto que en ocasiones roza la posibilidad de lo expresionista. Lo que ocurre es que la pura fruición colorista se mitiga con un naturalismo de las formas, que nunca decae.

Su experiencia en el Viejo Continente más el contacto directo con las escuelas de aquella geografía, Dulce Beatriz acuña su vocación hasta reflejar una marcada presencia de alguno de los conceptos principales del Barroco, el Romanticismo e incluso el Expresionismo, principalmente de las corrientes españolas. Más allá de la saludable presencia de lejanos estilos en el tiempo, en Dulce Beatriz es la fuerza de la interpretación, la paleta mesurada de tonalidades y luces, unidas en fructífera congruencia.